Descripción
Poeta e impresora a la que su condición de mujer, su situación a la sombra de hombres de brillante porvenir (Buñuel, Alberti, Lorca, Altolaguirre), el exilio y el hecho de que perteneciera a una generación dominada por un grupo de excelentes poetas la relegó hasta un anonimato literario tremendamente injusto.
Empezó a escribir poemas bajo la influencia de Lorca y de Alberti después de haber roto un largo noviazgo con Luis Buñuel. Se convirtió en una presencia fija en algunas de las tertulias más nombradas del Madrid vanguardista de los años veinte; su firma puede encontrarse en revistas como La Gaceta Literaria, Hèlix o Parábola, y algunos de los artistas plásticos de su entorno, como Gregorio Prieto o Maruja Mallo, la retrataron. Su afición por el deporte, su interés por el cine y el espíritu de aventura que la condujo a emprender algunos viajes fundamentales para su proceso de emancipación la convierten en pionera de tiempos posteriores.
Con sus tres primeras obras se sitúa en la línea poética vanguardista del momento, que asume las innovaciones del presente sin despegarse del todo de la herencia clásica y popular.
Su vinculación sentimental al poeta e impresor malagueño Manuel Altolaguirre, con quien se casaría en 1932, la llevará por otros derroteros. No sólo comienza con él una aventura editorial y tipográfica muy meritoria, sino una etapa de su vida marcada por experiencias fundamentales: maternidad, muerte del hijo, nacimiento de Paloma, guerra, exilio, separación. “Vida a vida” es el primero de los poemarios que publica en esta segunda etapa de su producción. En él no hay rastro ya de su vanguardismo inicial y sí una voz depurada y personal, que adquiere un aire estrictamente suyo, una voz impregnada de un dramatismo de tono en verdad auténtico.
Concha Méndez