Descripción
Hijo de un esclavo liberado que se esforzó para proporcionarle la posibilidad de educarse por lo que se trasladó a Grecia a estudiar Filosofía de donde trajo el conocimiento del griego y su adhesión al epicureísmo, que impregnará una obra en la que se aprecia el elogio a la vida retirada y la invitación a vivir la juventud plenamente.
Trabajando como escribano de la cuestura conoció a Virgilio, quien lo introdujo en el círculo de Mecenas, donde paulatinamente ganó relevancia y con el que afianzó una gran amistad. Consiguió también la protección del emperador Augusto que llegó a ofrecerle el cargo de secretario personal, aunque lo rechazó por no adecuarse a los principios de su moral epicúrea
Las «Odas» y los «Epodos» de Horacio pueden integrarse, desde el punto de vista de la teoría moderna, en el ámbito de la poesía lírica. La perfección formal de la obra horaciana la convirtió en modelo lírico indiscutible desde el Renacimiento hasta el Romanticismo.
Los temas y motivos de sus Odas son muy variados; desde un ánfora de vino a un paisaje mitológico, desde la exaltación de la amistad, el amor o la vida rústica hasta la grandeza de Roma. Las mejores composiciones son las de tema filosófico en las que, desarrollando ideas estoicas y epicúreas, desgrana reflexiones llenas de melancolía sobre el paso del tiempo, la muerte inexorable y el disfrute del momento presente. Para el poeta, la verdadera felicidad consiste en conformarse con lo suficiente para pasar la vida sin congojas ni ansiedades, y no en la ambición de riquezas o poder, que engendran odios, envidias y enemigos.
Los Epodos, cuyo título se debe a los gramáticos; el propio Horacio lo había titulado Yambos, porque sus versos se forman casi todos sobre el pie métrico de ese nombre; constituyen una poesía mordaz y punzante, no pocas veces agresiva e incluso rayana en el cinismo. Pueden considerarse como una poetización del insulto de tono satírico aunque éste quede a veces en un segundo plano.
La primera versión castellana es la traducción en prosa del doctor Juan Villén de Biedma de 1599. La siguiente traducción que aquí presentamos de Urbano Campos de 1682 sirvió de base para gran cantidad de futuras reimpresiones.