Descripción
Gonzalo Mena Tortajada, vecino de Los Tiradores (Cuenca) fue un conocido como faquir para lo cual convirtió su segundo apellido en nombre artístico Daja-Tarto. Desde su debut en los escenarios del circo Price, ataviado con un turbante se dejaba enterrar vivo en ataúdes, crucificar, comía cuchillas de afeitar y bombillas. Se convirtió en un personaje tan famoso que fue objeto de estudios médicos, que con todo el asombro del mundo comprobaron que semejante dieta y tratamientos no parecían dejarle huellas visibles. Daja Tarto se limitaba a eliminar sus residuos con un purgante veterinario En aquellos años de gloria, nuestro faquir era reclamado en todas partes de España y del extranjero. Dado que era también un avezado negociante, decidió unir cada verano su espectáculo al más seguido por entonces: los toros. Daja Tarto iba las plazas, hacía su número y añadió otros como dejarse enterrar en la arena mientras se lidiaba a un ejemplar -alguna vez le pasó que la lidia se retrasó y le sacaron de la fosa más muerto que vivo.
Su truculenta vida no estuvo exenta de accidentes como en aquella ocasión que estaba ensayado para meterse un estilete por un agujero de la nariz y sacárselo por un ojo y un despistado que pasó por su lado le dio un golpe con el codo. Resultado: la punta le entró hasta el encéfalo aunque el mayor problema fue un desprendimiento de retina. Pero ya estaba mayor y cansado este incidente le indujo a dejar el faquirismo Pero el cuarentón Daja Tarto cambió el circo por el cine hasta que tuvo que retirarse del espectáculo en 1969. Muerto en 1988, quiso que ser enterrado entre vidrios rotos y envuelto en papel de lija.
Las memorias que se presentan en este libro agotado y buscado son un documento excepcional para acercarnos al ambiente del circo, teatro y plazas de España durante el siglo XX.
Daja-tarto