Descripción
14 números (completo), Agosto de 1831 a Marzo de 1833, 1º, portada, 24 pp. 2º, 14 pp. 3º, 24 pp. 4º, 24 pp. 5º, 23 pp. 6º 24 pp. 7º, 30 pp. 8º, 32 pp. 9º, 24 pp. 10º, 24 pp. 11º, 24 pp. 12º, 24 pp. 13º, 19 p. 14 y último (Muerte del pobrecito hablador) escrita para el público Andrés Niporesas, su corresponsal, 20 pp. Carta Panegírica de Andrés Niporesas a un tal Don Clemente Díaz gran poeta y literato, en contestación á cierta sátira contra el pobrecito hablador. 23 pp.
En El Pobrecito Hablador, Larra infunde en la prosa periodística de crítica social una intensidad subjetiva y una preocupación social renovadora que trasciende lo circunstancial de la mirada costumbrista.
El Pobrecito Hablador nos ofrece una visión esperpéntica de la España casticista y un anhelo de europeización, aspiración constante de la tradición ilustrada y liberal frente a los peligros del nacionalismo fomentado por ciertas direcciones reaccionarias de procedencia romántica tradicionalista. En la sátira de El Pobrecito Hablador se percibe la ilusión ilustrada y progresista de que es posible superar, con la esperanza en el mañana, el castellanismo viejo de un patriotismo anquilosado en el pasado.
Larra tuvo que deslizar sus críticas a la situación política y social a través de una fina ironía. El personaje que inventó fue El Pobrecito Hablador, que vivía en Las Batuecas –en clara alusión a España– y que escribía a su amigo Andrés Niporesas. Larra redactaba unos cuadros de costumbres en que los batuecos hacían gala de estancamiento cultural, vagancia y corrupción. Esta sátira se ha dicho que poseía la fuerza de una sinécdoque, por la que la crítica a una actitud, comportamiento o mentalidad implicaba la condena de todo el sistema.
El Pobrecito Hablador muere de tanto hablar, en marzo de 1833, cuando ya hacía varios meses que Larra escribía en La Revista Española.
Obra de gran importancia y difícil de localizar en su edición Príncipe
Mariano José de Larra